David Yeste (Terrassa) presentó en Baza, pueblo natal de sus padres, el día 24 de agosto de 2017 su tercer libro de poemas titulado NO ESCRIBIRÉ UN BESTIARIO. Fue un enriquecedor y emotivo acto por la calidad literaria y por la calidad humana del autor, por el debate y la expectación que suscitaron sus versos entre el público asistente, y a quien tuve el placer de acompañarle en la mesa junto con Rafael García, coordinador del Aula Municipal de Poesía y Humanidades Dama de Baza.
Fotografía de Sonia Muñoz (Sonifoto)
Comparto el texto introductorio que di recitación
bajo el siguiente título:
INVITACIÓN A LA LECTURA DE NO ESCRIBIRÉ UN BESTIARIO
Lo primero que llamará la atención al abrir “No escribiré un
bestiario” es su redacción. Visualmente rompe con la estructura
tradicional del verso. Todos los poemas se presentan como bloques de texto con
renglones de igual longitud, con apariencia de prosa. Sin embargo apenas se
comienza la lectura se detecta la ingeniosa construcción de la musicalidad y el
ritmo poético. Los versos juegan a camuflarse de narrativa en un novedoso intento
de reeditar el verso libre, tan libre como sea el criterio de cada lector. El
estilo, al igual que en los anteriores poemarios de David, es sazonador de un clímax
pausado, un léxico envolvente de cotidianidad, que remite a paisajes y pasajes
reconocibles, que barniza de aparente sencillez la complejidad expresiva, un
eco cálido que reverbera en la sensibilidad y la cavilación del lector.
David construye metáforas de gran sensibilidad expresiva a
partir de un lenguaje de lo más coloquial y como ejemplo elogio la siguiente: “el porvenir es un plan de pensiones y el
abrazo una hipoteca a largo plazo” del poema titulado Comunicación
Incidencia 4/11.
El eje temático de “No escribiré un bestiario” gira sobre el
SER RACIONAL, EL HOMBRE con mayúsculas, hembra y varón, como ser sociable y
generador de conocimiento, la humanidad como diversidad de culturas, la persona
como pensamiento individual. Poema a poema despoja a ese Hombre con mayúsculas
de sus dos metros cuadrados de piel y lo planta en carne viva frente al espejo
de su conciencia, para examinar virtudes y defectos, logros, errores y horrores
en el culmen de la secuencia evolutiva, nuestra sociedad actual.
Al principio encontramos una declaración de intenciones en el
siguiente verso: “Supongo que concluyo
que nunca escribiré un bestiario”, donde el autor apela al relativismo, a
la incertidumbre de nuestros actos y su consumación como hechos sociales, nuestra
capacidad de comunicarnos, de pensar y razonar, de producir sociedad basada en
la cooperación y la dependencia mutua para lograr objetivos comunes de
supervivencia, de convivencia, de eso que ahora llamamos “Bienestar Social”.
Desde el yo narrativo, David Yeste nos involucra en sus
pensamientos, su visión de esta sociedad que cada vez es más individualista,
como en este verso que dice: “creo que es tarea mía comprenderme en el
material que me compone” y con el que nos remite al hecho de re-humanizarse
uno mismo ante el mundo artificial que hemos creado, ante la cosificación
humana y la humanización de artefactos; o la contradicción de una sociedad de
actividad estresante que termina creando estáticas rutinas como expresa en este
otro verso: “en cada coche uno, o una, raramente dos o más. Es el mismo tramo
compartido 5 días a la semana durante casi 24 años”.
Y por supuesto aparece La BESTIA, la otra cara del ser
humano, la explotación del hombre por el hombre, su huella de autodestrucción,
a veces camuflada como en este verso: “exigiéndole hambriento el pecho a mi madre”,
y a veces a rostro descubierto como en los poemas titulados “Trampa”
y “Un Bestiario”
A lo largo del poemario subyacen temas como la sensación de
angustia ante ciertos horrores humanos: “me voy yendo de mí y soy la madrugada que
tarda más de lo debido en ser mañana soportable”, nos dice David. O el
abatimiento y el miedo inoculado por las esferas de un poder global como
expresa en el poema Pasos: “hemos andado por todo eso y hemos vuelto
con los ojos cerrados y los brazos abiertos”. Hay un canto a la igualdad de género, al
inevitable paso del tiempo hacia la vejez, a las ausencias y despedidas para
siempre, incluso un certero guiño a la poesía experimental, al concretismo, con
el poema “Carga Genética”.
“No escribiré un bestiario” plantea grandes interrogantes porque
como dice el poema titulado INFINITAS: “a diferencia de las piedras, de las olas o
de las sombras de las nubes, estamos hechos de preguntas”. Y nos induce
a reflexionar en voz baja sobre dicotomías como Noche/Día, Religión/Ciencia,
Naturaleza/Cultura, Dolor/Placer, Amor/Soledad, Sobre información de los demás/Desconocimiento
de uno mismo, Semidioses/Víctimas de nuestras propias creaciones. Poemas en los
que existe la razón porque se construye con razonamientos aflorados de un
predicado de amor universal por cualquier forma de vida, de un halo de
esperanza, de confianza en el lado más bondadoso y fraternal de la humanidad.
Leer “No escribiré un bestiario” es hacerse una analítica moral, un diagnóstico
ético a partir del cual valorar cuánto de dormida dominas la bestia en ti.
Raimon Blu
Fotografía de Sonia Muñoz (Sonifoto)
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